
ENRIQUE GARCÍA RODRÍGUEZ
El fotógrafo Fernando Bayona (Jaen, 1980) ha presentado durante el año 2014 la segunda parte de la serie The life of the other, un trabajo a medio camino entre la fotografía documental y la fotografía escenificada, binomio en el que lo documental corresponde a la historia que se cuenta.
Las imágenes de esta segunda tanda comparten con la primera el tipo de personajes que Bayona retrata –stripper, actores porno y chaperos– y los escenarios reales –no construidos, como venía siendo la tónica de los trabajos anteriores–, sin embargo, la blancura de las tres primeras fotografías da paso, en estas otras siete, a la presencia de elementos que situan a los personajes en un contexto determinado.
La estética de algunas de las instantáneas –como «Hotel Capri» o «Burning man»– recuerda a la obra del pintor norteamericano Edward Hopper, una semejanza a la que no es ajena la estancia del fotógrafo, durante el año 2013, en California. Sin embargo, no por ser más identificables con un espacio geógráfico concreto, las imágenes –y, sobre todo, sus historias– pierden su capacidad de interpelar al espectador, se encuentre donde se encuentre.
Puede que la mayoría de los que contemplamos la obra de Fernando Bayona no nos dediquemos a la prostitución, la industria del porno o los espectáculos eróticos, pero sí que habremos vivido en nuestra piel el escalofrío de una verdad que ni siquiera sospechábamos, la determinación –y el miedo– de cambiar la dirección de nuestra vida, el nudo en la garganta al darnos cuenta de que las ilusiones que habíamos puesto en alguien no van a realizarse nunca o la sensación de que una oruga nos va horadando el alma cada vez que cumplimos con una rutina por pura costumbre.
The life of the other es un canto a la verdad. Un canto de una gran belleza en su forma externa, pero doloroso en el momento en que se empieza a profundizar, pues no sólo vamos ahondando nosotros en el relato que nos cuenta, sino que éste también va penetrando dentro de nosotros y poniendo al descubierto partes de nosotros mismos que preferiríamos mantener tapadas. Porque, ¿quién, al pensar en una verdad que podría dar al traste con su mundo, no tendría la idea de prender fuego –real o metafóricamente– a todo –y a sí mismo– con tal de no ver el desastre cara a cara?
Si después de ver las tres primeras fotos de la serie decía que Fernando había entrado en la madurez creativa, ahora puedo decir que está en el camino de superar a algunos de sus maestros. En marzo de 2014, la galería Kir Royal Gallery de Valencia acogió una exposición conjunta la obra reciente de Bayona y la del holandés Erwin Olaf (Hilversum, 1959). Aunque el cartel de la muestra dedicaba el mismo espacio a la fotografía «The last time» de Bayona y a un fotograma de la videocreación Wet de Olaf, la percepción era la de que la imagen del jienense ocupaba un área mayor que la del holandés por cómo era capaz de atraer toda la atención del espectador.
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